Es una receta típica del noreste argentino y de Paraguay. Se asemeja a un bizcochuelo, pero es salado, esponjoso y más espeso. Se destaca por su sabor a cebolla y queso. Este plato tradicional se puede comer solo u acompañado de ensaladas o con carnes a la parrilla. Herencia de cocina de la época de los Franciscanos inicialmente, y posteriormente, de las misiones Jesuíticas guaraníes donde se continuó el desarrollo gastronómico-cultural, conocido actualmente, como “área guaranítica”. Su origen según datos orales transmitidos de generación en generación relatan que a Don Carlos Antonio López; primer presidente constitucional del Paraguay, le gustaba mucho la sopa blanca, la cual era elaborada a partir de leche, queso, harina de maíz y huevo. Sin embargo, un día la cocinera agregó demasiada harina de maíz resultando la preparación culinaria muy espesa y, al no contar con el tiempo suficiente para volver a elaborar el plato, decidió terminar la cocción en una sartén de hierro resultando en una sopa sólida. Cuando Don Carlos la probó, la encontró tan deliciosa que decidió nombrarla como “sopa paraguaya”.